Colacho

Pese a que la gran mayoría de ritos de este tipo tienen lugar desde finales de diciembre hasta principios de marzo, es decir en plenos rigores del invierno, existen algunas mascaradas que han llegado hasta nuestros días con la fecha «perdida». Este podría ser el caso del Colacho de Castrillo de Murcia (Burgos), los hombres de musgo en Bejar (Salamanca) o «nuestros» Zamarrones de los Carabeos. En muchas ocasiones se asocian a fiestas de hondo raigambre cristiano en momentos muy importantes como el inicio o la mitad del verano. En esencia mantienen sus rasgos primigenios aunque con algunos matices y distintos ritmos.

También despojados de toda crítica social que si mantienen sus parientes de la estación fría. También se suele producir una simplificación de personajes aunque los atuendos en muchos casos son los mismos. Por otra parte, el simbolismo relacionado con la fertilización, la relación con la naturaleza o los ritos de iniciación nos hablan de la fuerza de este tipo de fiestas que a pesar del paso de los años y su asociación con tradiciones totalmente opuestas a su sentido original, han sabido mantener esa conexión con creencias y mitos con milenios de historia.

Aunque iremos analizando poco a poco las distintas mascaradas que tienen mucho que ver con nuestra Vijanera, hoy hablaremos un poco de la fiesta del Colacho que tuvo lugar el pasado domingo en la citada localidad de Burgos. Con fecha variable se celebra siempre el domingo siguiente al día del corpus. Durante distintos momentos del día el Colacho recorre las calles del pueblo con su mascara, traje de colores, castañuelas de madera y cola de caballo con la que fustiga a todo aquel que sale a su paso.

Por la tarde, después de la misa, los dos Colachos el entrante y el saliente, encabezan la procesión en la que destacan los danzantes, los pendones, los niños de comunión y una comitiva que porta velas y acompaña con el sonido de un gran bombo. Al pasar por las calles destacan unos pequeños altares que la gente coloca a sus puertas, las sábanas bordadas en las ventanas y sobretodo los colchones sobre los que descansan los niños nacidos en el último año. Los Colachos han de saltar sobre ellos a modo extraño bautismo por el cual les libran del pecado original. Además, cuenta la tradición que únicamente pueden retirar a los bebés tras el salto las mozas solteras, que compiten por cogerlos en sus brazos ya que cuenta la tradición que se casarán antes de un año.