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Muchas son las veces en las que hemos comentado que la navidad en Silió se vive de un modo distinto. Durante las noches más largas del año sale a relucir el recuerdo de Vijaneras pasadas y el deseo de vivir la siguiente. Los más mayores vivieron las suyas en el primer tercio del siglo XX y ayudaron a sus hijos a llevar a cabo su recuperación. Los nietos la vivieron con fuerza desde pequeños y desde hace unos años, ha llegado para quedarse una cuarta generación que comparte con sus padres saber lo que es mamar la tradición desde pequeños.

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Gracias a la fiesta, los  distintos grupos se relacionan haciendo que los mayores transmitan a los jóvenes los secretos y el orgullo que ser Vijanero lleva implícito. Junto con el sentimiento, se consolidan una serie de conocimientos como: elaborar y pintar caretas, amarrar los campanos, dar vida a los trajes naturales… Durante estos meses previos, los más jóvenes Vijaneros aprenden a jorricar los campanos y memorizan coplas que en un futuro ellos también cantarán. Aunque en el local realicemos una labor importante alimentando ese sentimiento, donde realmente mantiene viva la tradición es en cada una de las casas Vijaneras.

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Cuando el humo de las chimeneas invade el cielo de este rincón del valle, se repasa el camino recorrido y se dota de alma al rito. Todo ello contribuye a que el día señalado, Silió sea un referente a nivel mundial no tanto por lo espectacular de la mascarada si no por el sentimiento que lo invade todo y contagia a los visitantes. Cada uno entrega su tiempo y sus ganas y los aporta al grupo con la única recompensa de ver como la fiesta sigue sorprendiendo cada año.

Para finalizar, compartimos un fragmento del documental realizado entre 1984 y 1985 por Jesús García Preciado. Nos gusta especialmente por poner de manifiesto esta unión generacional que a día de hoy es uno de los mayores valores de la fiesta.