Los Cuines de Silió

En Cantabria todos los niños han visto u oído hablar alguna vez de unos seres tan diminutos como un puño que viven en el campo… ya sea en agujeritos en el suelo parecidos a las toperas o en huecos de los árboles… Tienen los ojos azules y chispeantes, pelo bermejo y pantorrillas muy abultadas… y visten medias calzas de color rojo…

Entre ellos se comunican mediante un silbido característico muy parecido al canto del mirlo… y, además, tienen un bígaro o caracola con la que entonan un canto especial…

Enanos también llamados «Familiares» que actúan por parejas haciendo el bien… especialmente a los niños… a quienes divierten con sus piruetas, muecas y gracioso gañir de cerditos recién nacidos… Visten una capucha encarnada y botines como la nieve… Se sabe de «Familiares» que solo se muestran a los inocentes…

También en los montes de Silió habitaba el Ojancano, en ocasiones pareja de la Jancana de la Covachona. Llegó a representarse en las Vijaneras de Silió y el Rincón. Era el causante de los argallos, la caida de los árboles más altos, la muerte de los rebaños… Según nos contaron los ancianos del pueblo vivía en el monte Canales y de vez en cuanto atemorizaba con sus gritos y gruñidos a quien se atreviese a frecuentar sus dominios. Este gigante antropomorfo posee un aspecto descomunal, con un único ojo similar a un cíclope, su voz es grave y profunda como un trueno. Todo su enorme cuerpo está cubierto por un pelo áspero y rojizo proveniente de la espesa melena y la barba, de donde le crece un pelo blanco, el único punto débil del Ojáncano. Si se le consigue arrancar tras cegarle el único ojo que tiene en su frente, muere. La Jáncana se parece mucho a su compañero, pero ella tiene dos ojos, aunque lo más característico de ella son sus enormes pechos, que ha de echarse a la espalda cuando corre por el bosque. El Ojáncano no se reproduce en pareja, su nacimiento es de lo más curioso. Cuando un Ojáncano está viejo, los demás lo matan, le abren el vientre para repartirse lo que lleve dentro y lo entierran bajo un roble. Al cabo de nueve meses, salen del cadáver unos gusanos amarillos, enormes y viscosos, que durante tres años serán amamantados por una Jáncana con la sangre que mana de sus voluminosos pechos y de este modo pasan a convertirse en Ojáncanos y Jáncanas.