coplas

Tras muchos años de ausencia

desde los años cuarenta

volvemos a tu presencia

requiriendo más paciencia

Estos cuatro versos inauguraban a comienzos de los años 80 una nueva etapa para nuestra fiesta. Durante cientos de años, uno de los pilares fundamentales del rito siempre se ha sido la transgresión y ésta de un modo u otro siempre ha generado cierto rechazo por parte de determinados poderes y estratos sociales. Por tanto, aquella aventura iniciada hace más de 30 años, debe valorarse hoy en su justa medida. Fue mucho lo que se arriesgó en pos de una tradición milenaria silenciada pero no enterrada.

Volviendo a «las Coplas», son una de las partes de la fiesta que aún permanece totalmente hermética y así debe ser. Tal y como reza una frase que todos hemos escuchado desde siempre en boca de los vijaneros más veteranos: «las coplas no las hace nadie, las hace la Vijanera«. Se trata de un proceso en el que el grupo se reafirma frente al exterior y en el que cada uno aportará su grano de arena intentando que ninguno de los temas que han marcado el año, queden fuera.

El humor siempre debe estar presente sin olvidar los dobles sentidos y el juego con el espectador. Para que una copla sea buena debe dejar una parte del mensaje codificado para que cada uno intente descifrarlo en base a su información previa del asunto en cuestión. Quizás, a diferencia de lo que muchos piensan, lo más sencillo de todo sea encajar las sílabas correctas y colocar las rimas. En la criba final se intentan no repetir temas escogiendo las mejores estrofas.

Todo el pueblo espera el momento en el que las los pasquines empiecen a rodar de mano en mano. Siguiendo siempre la misma trayectoria, rápidamente los ojos se dirigen al final para ver lo que se cuenta del pueblo y sus oriundos protagonistas.  Si alguien dentro de muchos años se propusiese documentar la historia de nuestro valle, irremediablemente debería acudir a estas cuartillas dobladas que guardan la esencia de nuestra cotidianidad.