La relación del hombre con su entorno se ha venido sosteniendo a lo largo de los siglos mediante ritos que se afianzaron como tradiciones y en algunos casos perdieron su esencia cultural en favor de la pátina turística. No es fácil describir la razón por la cual un grupo de personas abandonan sus distintos quehaceres cotidianos y trabajan juntos por un objetivo común. Aún con todo, es un hecho que el resultado retroalimenta una inercia que hace que aunque pasen los años, el espíritu primigenio siga vivo y con más fuerza si cabe.
Los espacios se modifican, las personas cambian, pero hay sensaciones que permanecen inamovibles. Las historias que se comparten estos días hablan de época pasadas, tareas ya en desuso y añoranza de días en los que todo se compartía y ante la ausencia de lo material se potenciaban otros aspectos que han llegado hasta nuestros días en forma de cultura inmaterial.
La vida del pueblo estos días se transforma, la plaza de Santiago en plena mutación es el centro y realiza una función vital para la transmisión del acervo cultural común. Solo queda disfrutar de estas tardes, ver como la unión de edades, sexos, condiciones… cristaliza en algo muy grande que tendrá lugar el viernes a las 20 h. Deprisa, despacio, con problemas o sin ellos, una voz marcará el ritmo y cientos de vecinos de Silió estarán atentos a a ese momento en el que sonará el conjuro del rito: Ehhhhhh unaaaaa!!!
