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El otro día, un compañero nos hacía una pregunta que no por recurrente pierde su sentido: ¿Por qué nuestro Oso es blanco?.
La respuesta es sencilla, el Oso no debe ser por norma del color habitual de los de la zona, ni siquiera debe parecerlo. La fuerza del personaje radica en su simbolismo y es ahí donde el personaje cumple su misión como eje vertebrador del rito.
Muchas mascaradas a lo largo del continente conservan este personaje y la utilización de las pieles de oveja es una constante. La razón es clara, es uno de las pieles más sencillas de conseguir.

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Dentro de los Osos vijaneros tenemos documentados trajes de todos los tamaños y variantes cromáticas incluso algunos que mezclan diferentes tipos de pieles. Lo más importante del personaje es el «alma» que le transmite el vijanero que lo lleva. A lo largo de los años unos han sido tranquilos y hasta juguetones con el público mientras que otros eran feroces y difíciles de someter.

Fuera de nuestras fronteras, quizás la mascarada que más culto rinde al plantígrado está en Rumanía. En este caso emplean pieles reales aunque el evento trasciende lo meramente simbólico destacando por este aspecto.

Dentro de la península, se puede decir que los Osos habitan en las mascaradas norteñas ya sea en Pirineos o el Cantábrico. El «Hartza» de Ituren (Navarra) tiene rasgos más propios de una cabra pero conserva todo su simbolismo intacto.

El Oso de Salcedo en Lugo cumple una función fertilizadora y purificadora a la vez tiznando a los visitantes de negro como muestra de la vieja creencia lunar que ya hemos relatado en otras ocasiones.

El Onso de Bielsa en Huesca es uno de los casos en los que la similitud física está más lejos de la realidad. Sin embargo entronca con la verdadera esencia de estos personajes.